Los
tiempos actuales exigen que la juventud se encuentre preparada para afrontar
los retos que la sociedad le demanda, a su vez todo individuo merece que dicha
sociedad le oferte opciones educativas acordes con las necesidades personales,
afectivas y laborales que se le presentan en un marco histórico actual, cada
vez más exigente.
En los
últimos años el Sistema Educativo Mexicano ha implementado reformas que buscan
ofrecer un servicio de calidad educativa en las escuelas del país, se han
diseñado y reestructurado los planes y programas de estudio, los libros de
texto gratuitos e incluso, se han implementado estrategias para seleccionar a
los docentes que trabajarán con las nuevas generaciones.
Sin
embargo y pese a los esfuerzos gubernamentales antes mencionados, podemos ver
que los niveles de logro y desempeño escolar de los alumnos inscritos en la
mayoría de las escuelas públicas, es deficiente. Unido a lo anterior, la
sociedad mexicana se encuentra en un proceso de desarticulación familiar en el
que la desintegración de la misma es cosa de todos los días, y la violencia,
producto de la delincuencia organizada, se ha convertido en algo que ya nadie
puede ponerle freno.
En este
contexto resulta interesante hacer una reflexión para encontrar los motivos que
originan todo el caos antes descrito y buscar las razones por las cuales los
mexicanos estamos sumergidos en esta espiral descendente hacia nuestra propia
destrucción, y que aún peor, permanezcamos inmóviles e indiferentes ante tal
hecho; a mi parecer, todo lo origina la falta de educación.
Pero no
una educación entendida como la que se da en las escuelas solamente, sino como
aquella que es producto de toda la sociedad en su conjunto, y específicamente
en el interior de las familias, que es el lugar en el que los niños aprenden
los valores y las pautas de conducta que demostrarán en su vida adulta.
La
importancia de la familia en la educación de los niños era ya conocida por el
pedagogo Juan Amos Comenio desde el siglo XVII, quien creía que la “escuela del
regazo materno” daba los indicios y fundamentos de la ciencia metafísica, a su
entender todos los conceptos más generales, difíciles y abstractos en sentido
filosófico de aprenden de esa primera fuente.
Pero, ¿qué
pasa si la primera fuente de educación se encuentra en un proceso de
reestructuración en el que el paradigma padre proveedor, madre cuidadora, e
hijos dependientes de ambos, se está desintegrando?, la respuesta es muy
simple, basta con leer las noticias para percatarnos de lo que sucede, ya no
hay límites ni respeto por la integridad humana, se le ha quitado el valor a la
dignidad y la honestidad se encuentra en peligro de extinción.
Es por
esta razón que la escuela debería contribuir con la parte que le corresponde,
fomentando en sus alumnos los tres principios de la filosofía educativa de
Comenio: devoción, instrucción y virtud. Estas tres palabras encierran toda una
serie de ideas muy profundas sobre las cuales debería girar toda práctica pedagógica
abarcando y fomentando un cúmulo de hábitos necesarios para mejorar la
convivencia diaria.
En su
libro Didáctica Magna, Juan Amos Comenio plantea que una de las finalidades del
microcosmos que es el hombre, es servir al prójimo, idea que debería rescatarse
para evitar las tendencias actuales del propio hombre que es, servirse de los
demás. La causa de que tantos hombres se malogren es la falta de educación,
tanto de parte de la familia como de la escuela. Ambas instituciones sociales
deberían trabajar juntas para el beneficio de los estudiantes y cada una en el
papel que le corresponde.
Con la
familia y la escuela asumiendo su papel, el niño tendría la posibilidad de
crecer en un ambiente propicio para el desarrollo de sus facultades,
satisfaciendo por un lado sus necesidades afectivas y de aceptación, y por otro
afrontando desafíos intelectuales y conociendo de forma natural mediante
la experiencia de los sentidos, los conceptos más complejos y abstractos,
entonces la educación se convertiría en el “arte de hacer germinar las semillas
interiores que se desarrollan cuando se estimulan con oportunas experiencias
suficientemente variadas y ricas, y sentidas como siempre nuevas”.
Es aquí
donde adquieren sentido para la escuela, las aportaciones de Comenio en materia
educativa, la base pedagógica debe ser la práctica de procesos naturales de
aprendizaje mediante la inducción, observación, los sentidos y la razón, es
decir la propia experiencia del niño, eliminando por completo la coerción, la
violencia y la imposición en el proceso de enseñanza.
Para éste
autor la educación debe conectar al hombre con el mundo trascendental de una
forma profunda, actualmente los niños y jóvenes viven en un torbellino
materialista y de inmediatez que no les permite preocuparse por el futuro, ni
conocer las opciones de una vida mejor, viven el momento, el ahora; es por esto
que la adquisición de un sentido trascendental a la propia existencia debería
tomar vital importancia a la hora de mantener un contacto cotidiano con la escuela.
No debe
olvidarse que la escuela es un taller forjador de hombres, el cual debe estar
dotado de todas las herramientas para propiciar en los niños y jóvenes, ese
sentido de trascendencia que busque encontrar un rumbo hacia lo que
verdaderamente cuenta: el bienestar común. En este orden de ideas Comenio
afirma que la educación debe estar al alcance de todos, sin distinción de
ningún tipo y que fomente la democracia como forma de vida.
En un país
como el que tenemos en el que la democracia se encuentra mal entendida y que en
la mayoría de las escuelas prácticamente no existe, Comenio viene a enseñarnos
que es indispensable se creen espacios en los que se practique de forma
cotidiana, con la finalidad de hacer que los niños vivan esa experiencia y
sepan de las ventajas que conlleva practicarla.
Como se
puede ver Juan Amos Comenio fue un visionario para su época y puso ante el
mundo un cúmulo de ideas innovadoras en el ámbito educativo, a más de
trescientos años de haber escrito sus saberes hoy en día muchas de sus ideas se
encuentran vigentes y son necesarias para resolver algunos de los problemas
educativos que existen en México.
Los
maestros tenemos un papel protagónico en la formación de las nuevas
generaciones, los niños y jóvenes muchas veces tienen en la figura del docente
a quien les pone límites, les inculca valores, los instruye; pero no debemos
quedarnos con la idea de que somos los totalmente responsables de la sociedad
que se puede percibir en los noticieros.
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El respeto
por la dignidad de todo individuo es fundamental en la formación de un ser
humano y nuestra labor es precisamente esa, hacer que de las aulas egresen
niños y jóvenes con las habilidades intelectuales y sociales básicas para
afrontar los problemas y situaciones de la vida cotidiana.
Entender
que en muchas ocasiones los maestros somos los principales culpables de que a
los alumnos no les guste la escuela, es un primer paso para realizar mejoras en
nuestra práctica docente cotidiana, la relación con padres de familia debe ser
muy cercana con la finalidad de involucrarlos en el proceso, no solo de
aprendizaje, sino de formación integral de sus hijos, ese es nuestro principal
reto: hacer que los padres se hagan responsables de sus hijos.
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